Del desierto a la sabana II // Mauritania y Senegal
Del desierto a la sabana
Mauritania y Senegal - Parte II
A mi izquierda, el río Senegal serpentea en forma de frontera entre Mauritania, donde ahora me encuentro, y Senegal. Lo sigo a pié cada día y lo nado cada noche, antes de acostarme. Me enfila hacia su delta, hacia el mar y hacia el Parque Nacional de Diawling, mi próximo destino.
Entre medias, camino por entre pequeños pueblos en los que aprovecho para reabastecerme y rellenar las cantimploras en los omnipresentes pozos.
La sabana, aquí tan benevolente con la vida, ha estimulado el desarrollo de la agricultura, el pastoreo y la pesca fluvial; convirtiéndolas en la base de la subsistencia de las poblaciones locales.
En estos lugares no existen las jornadas laborales de ocho horas. Se trabaja unos pocos meses al año, menos de la mitad, lo justo para cultivar el arroz, el trigo o los cacahuetes. El resto del tiempo, se disfruta de la vida en comunidad, de la familia y el folclore tradicional.
Caminado entre matorrales adivinas la proximidad de los asentamientos por el cacareo de las gallinas, entonces llegan las huertas y, poco más adelante entras en un pueblo donde, el primero en verte, te sentará frente a un plato compuesto en exclusiva de lo que él mismo ha sacado de la huerta y el río.
Como quiera que no acabo de acostumbrarme a semejantes acogidas, como tampoco termino de sentirme cómodo si no devuelvo ese recibimiento; me ofrezco a ayudar en lo que sea que haga falta.
He descubierto, por ejemplo, que el botiquín que abulta en mi mochila, y que nunca uso, tiene mucho más valor para ellos que para mí. Y que, un simple colirio, puede alegrar el día a toda una familia.
Igualmente he descubierto que me encanta pulverizar con un garrote viejos bloques de arcilla para reutilizarla en la construcción de nuevas casas.
O que, aunque adore las canciones que me cantan las mujeres para marcar el ritmo mientras desgrano el arroz en el mortero, soy incapaz de no derramar la mitad de su contenido provocando estrepitosas risas.
No acabo de entender el por qué, pero la canción siempre se detiene en el momento en que el montón de arroz en la tierra es mayor que en el recipiente y las risas han alcanzado su culmen. ¿Querrán insinuarme que desista?
En la desembocadura del río Senegal, enfrentados a ambas orillas, se encuentran los parques nacionales de Diawling en Mauritania y Les Oiseaux du Djoudj en Senegal.
La visita a un parque nacional en África exige habitualmente un desembolso económico no apto para el viajero austero.
Al pago de la entrada se le suele sumar la obligación de contratar un guía, un coche y un chófer; y dependiendo de qué parque visitemos, a veces hasta el alquiler de una embarcación.
El alojamiento y la manutención dentro de la reserva se vuelven imprescindibles si uno quiere conocer el espacio en profundidad o ha llegado a la búsqueda de alguna especie en particular.
Como quiera que el grueso de los visitantes de estos parajes son en su mayoría occidentales, el precio de los servicios está escalado a tal economía.
No obstante, siempre existen maneras de eludir la mayoría de gastos. El truco radica en salirte de los circuitos turísticos habituales.
Si eres de los que viajas como yo, en tu equipo siempre habrá una hamaca y una tienda de campaña, así que la parte de alojamiento la tendrás solucionada y el hotel para blancos quedará muy lejos de tus paseos.
Un infiernillo y comida comprada a un agricultor local, te mantendrá felizmente alejado de los restaurantes de brillante loza, con lo que en suma, ya habrás suprimido al menos dos cuartas partes del gasto mínimo estipulado.
El servicio de transporte y guía difícilmente supondrá algún inconveniente para alguien que ya llega habituado a desplazarse y a orientarse de manera autónoma.
Por último, solo quedaría el coste de acceso al parque, que en el cómputo general suele ser lo más económico.
El valor de la entrada es la que hace posible que el parque mantenga la más alta figura de protección ambiental, así que abonarla significará estar promoviendo directamente la conservación del ecosistema en el que te encuentras. Lo único que, sin lugar a dudas, merece la contribución.
“… los parques nacionales de Diawling en Mauritania y Les Oiseaux du Djoudj en Senegal.”