Foto-síntesis // Portugal

Foto-síntesis

Rewilders Mission // Capítulo 3 // Portugal

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Un puñado de alforjas cuelgan a ambos lados de las bicicletas. La mayor parte del espacio está ocupado por utilería de acampada y ropa, mientras que el resto se compone de equipo de primera necesidad y víveres para varias semanas.

De todo el conjunto emana un aire de uniformidad tonal, lo que sugiere que el efecto velado va más allá de una mera casualidad. La selección se llevó a cabo buscando los atributos de usabilidad y durabilidad, pero sin duda, también de disimulo. Todo aquello que pudiese haber destacado fue cuidadosamente teñido hasta alcanzar un acabado opaco.

Si durante los próximos días alguien estuviese vigilando las florestas fronterizas, difícilmente repararía en nosotros… y esa es precisamente la intención.

Porque hemos optado por seguir la estrategia de los narcisos, que estos días comienzan a asomar desde la tierra fría en busca de los primeros rayos de sol; y lo hacen sin pedir permiso a nadie, como desafiando el gélido dominio de un invierno despiadadamente largo.

Solo que nosotros, en lugar de resaltar nuestra presencia, la camuflaremos. Y si finalmente alguien nos descubre persiguiendo a la primavera, diremos que fueron ellos, los narcisos, quienes nos incitaron a la desobediencia.

Cruzar la frontera no resultó difícil, no hay ojos para tantas veredas.

Subrepticiamente nos deslizamos hacia el Sur, pedaleando entre la espesura de un paisaje en transición.

El bosque atlántico da paso a la fronda mediterránea. Las fragas de carballos ceden ante las dehesas de alcornoques y la jara substituye a los helechos.

Aquí, en la arrugada región de Tras-os-Montes, rodeados por el zumbido de los insectos y el gorjeo de las avecillas; el concepto de confinamiento se antoja inverosímil ¿cómo podríamos acceder a perdernos semejante espectáculo?

“Subrepticiamente nos deslizamos hacia el Sur, pedaleando…”

Las noches se acortan y cada mañana despertamos un poco antes. Hoy nos hemos levantado especialmente temprano, pues en compañía de José Jambas si no se madruga los días no tienen suficientes horas.

Todavía de noche encendemos la cocina y preparamos suficiente comida para toda la jornada. Vamos a pasar las próximas diez horas metidos en un cubículo de madera sin poder salir; así que es mejor dejarlo todo bien dispuesto. Guardamos el equipo fotográfico, los prismáticos, los sacos de dormir, la comida, una botella llena de agua… y una botella de plástico vacía pues, como decía, van a ser diez horas.

Con las primeras luces nos encaminamos por una pista de tierra en dirección al muladar.

Tras varios kilómetros un fuerte olor anuncia la llegada. El origen es un remolque en cuyo interior se esconden seis cubos de carne putrefacta.

Jambas se ajusta unos guantes, arrastra un par de cubos fuera del remolque y, mientras arroja el hediondo contenido, nos explica:

«En el Douro Internacional, se encuentra la mayor concentración de alimoches de Europa, con unas 120 parejas reproductoras… Sin embargo es una especie en regresión a nivel global, catalogada como “En peligro de extinción” tanto en Portugal como en España».

«El envenenamiento, la destrucción de hábitats, la colisión contra aerogeneradores y la electrocución en tendidos eléctricos se cuentan entre las principales causas de mortandad. Pero la escasez de alimento es una constante amenaza para la especie».

«Durante los últimos años realicé una investigación que concluyó en esto –dice señalando a su alrededor– La mejor alimentación complementaria durante la época de cría son pequeños trozos de carne en diferentes estados de descomposición, con presencia de altas densidades de larvas de mosca».

Levanta una piedra y machaca unos huesos hasta dejar el tuétano a la vista– «Todo ello servido exactamente a 8 km de las zonas de cría, para reducir la competición con otras aves necrófagas».

Cuando termina es como si una mina hubiese explotado en medio de un rebaño de vacas. Hay pedazos de carne por todos lados.

Después se quita los guantes, nos encierra en el puesto de observación y se marcha deseándonos suerte. Rápidamente nos acomodamos lo mejor que podemos, nos echamos los sacos por encima y dejamos la cámara y los prismáticos al alcance de la mano.

Al cabo de unas horas de mutismo e inmovilidad llegan los milanos reales y, para cuando ya hemos rellenado la botella de plástico hasta la mitad, aterriza el primer alimoche.

A las gargantas del Duero llegamos como otra ave migradora más, exhaustos, pero con la clara intención de anidar en alguna de las muchas atalayas que se ciernen sobre el río.

Tras una semana absorbiendo los conocimientos de Jambas sobre la biodiversidad local, nos estimulaba la idea de aproximarnos al hábitat de las especies avistadas desde una perspectiva muy diferente.

Dejamos las bicicletas aparcadas en la casa del ornitólogo y cargamos las mochilas a la espalda para adentrarnos en la descomunal frontera fluvial que, a lo largo de 112 kilómetros, separa a los dos países ibéricos.

“… adentrarnos en la descomunal frontera fluvial”
“… la fuerza del agua nos atrapa y nos arrastra río abajo…”

Al amanecer el frío se acentúa. El viento ha estado soplando toda la noche y los sacos de dormir están cubiertos de escarcha.

Después de desayunar y tras secar el equipo, buscamos la manera más segura de descender los varios cientos de metros de desnivel que nos separan de la orilla.

Localizamos una pedrera cuya pendiente parece asequible, pero las rocas son traicioneras y se precipitan bajo nuestros pies. Para no caer nos aferramos a las ramas de los pocos enebros que crecen sobre los bloques, pues tanto mejor tener las manos asaeteadas que rodar hasta el fondo del desfiladero.

Cuando al fin alcanzamos la orilla no perdemos un solo instante, abrimos los macutos y sacamos un pequeño bulto negro: la balsa. La desplegamos, la inflamos y acoplamos los remos. El resto de pertrechos los guardamos en un par de bolsas estancas que devolvemos al interior de las mochilas.

Lanzamos el bote y, antes de que tengamos tiempo de acomodarnos dentro, la fuerza del agua nos atrapa y nos arrastra río abajo, hacia el corazón del parque natural.

Avanzamos sigilosamente al ritmo de las corrientes, aunque en esta frontera no hay camuflaje que valga. En las altas troneras los centinelas que nos escudriñan se cuentan por millares.

Alimoches, buitres leonados y cigüeñas negras. Cuando nos sobrevuelan podemos identificar sus siluetas por las sombras que arrojan sobre el agua y a veces, solo a veces, esa silueta corresponde a la majestuosa monarca de los cielos, el águila real.

Si se dignasen a invitarnos, con gusto volaríamos con ellos hacia sus refugios nocturnos. Pero como deciden no hacerlo, cada atardecer exploramos los escarpes procurando una plataforma sobre la que pernoctar.

Ardua tarea aquí donde la horizontalidad fue omitida.

“En las altas troneras los centinelas que nos escudriñan se cuentan por millares.”
RESUMEN
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KILÓMETROS

UBICACIÓN: TRAS-OS-MONTES, PORTUGAL, EUROPA

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DÍAS

MODALIDAD: BIKETOURING, PACKRAFTING, BACKPACKING

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COSTE

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Equipo
Agnes Soboń

Diseño y revelado

Brais Palmás

Narración y fotografía

PROVEEDORES
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